hola alejandra;
empiezo escribiendo algo que ya sabes: he dejado de ser librero.
recuerdo mi último día en el que viniste a recogerme con unas flores que ahora mismo están decorando el pequeño escritorio de mi habitación. como ahora he cambiado la distribución de la cama, nada más despertarme las veo, las comento alguna de las novedades de mi día anterior, las cambio el agua y luego las escucho a ver qué cosas quieren contarme.
entiendo que todas mis decisiones son renuncias. es algo a lo que me estoy acostumbrando ahora. quizás siempre me he dejado llevar por la inercia y nunca he tenido esa necesidad imperiosa de ‘decidir’. he intentado en muchas ocasiones que la gente decidiera por mi, porque uno de los principales motores de mi discurso manoseado es que apenas tengo agencia.
pero esta vez supongo que sí que la tengo. he decidido no trabajar (de momento) en una librería. dejar el oficio de librero. esta es mi carta de decisión y de renuncia. ya jamás podré mandar palomas desde ese teclado tan incómodo por la dimensión de las teclas al tacto en los procesos de escritura. nunca voy a preguntar “¿quieres una bolsa por diez céntimos?” en ese mismo espacio.
mi duelo quizás no es con las decisiones o con los espacios. es con el oficio. es con mi identidad, que está totalmente en transformación y muta. en estos momentos me construyo y me destruyo. estoy en procesos todavía de curiosidad y de poder saber que soy. pero ya sé que no seré librero de aquí en adelante y es algo que me genera bastante conflicto.
el principal problema de todo esto no es que mi identidad esté en un momento de mutación o cambio, es que quizás recuerdo o tengo en mente aquellas veces donde mi identidad siempre ha sido: “trabajo en una librería”, “¿qué chulo es eso?”, “sí, es fácil de romantizar pero bastante precario, con unos horarios incompatibles con la conciliación”. y todo eso, quizás es porque tenga un duelo con el capital cultural y social que desemboca siempre oficios vinculados con la cultura, puede que te cueste pagar la mensualidad del alquiler y tengas que pedirle a tu hermana dinero prestado, puede que seas fijo discontinuo y te echen cada tres meses y medio, puede que tengas que empezar a coger por costumbre robar en el lidl, puede que tengas que llegar al curro de empalme todavía un poco drogado del día anterior sabiendo que tienes una jornada de 9 horas por delante, puede que tengas que comer en una marquesina porque no tienes un espacio habilitado para comer y está lloviendo, puede que de hecho tengas que dejar de ir a eventos que te gustan o eventos que son importantes para tus amigas, puede que todo esto haya generado una distancia con muchas de tus amigas, pero seguramente hubieras preferido todo esto a tener cualquier otro oficio.
quizás lo que esté echando de menos es la condición del imaginario de librero y no las condiciones materiales de serlo.
supongo que no hay una buena forma de decir adiós.
te quiere,
guille