volverás a san sebastián de los reyes
querido guille:
creo que nunca te he contado esta historia. acaba de cumplir 18 años y una amiga a la que conocí en un viaje a sudáfrica el año anterior celebraba también su mayoría de edad. me contó que su ilusión era salir de fiesta por los bares emblemáticos de la movida madrileña, le gustaba mucho la música de los 80 y yo quise complacerla. nos plantamos en malasaña aquella noche con la ilusión propia de quien empieza a salir de fiesta. tomamos algo en el madrid me mata y un grupo de tíos se nos pegó enseguida. uno de ellos había participado en una gala para ser el representante español en eurovisión el mismo año que john cobra. y otro de sus amigos llevaba una tablet encima para poder demostrar a la gente que era él. o, por lo menos, que había hecho esas cosas que decía que había hecho. total, a ese en concreto le dio conmigo. perdí toda esperanza de que la noche saliera bien cuando vi que a mi amiga le gustaba uno de sus amigos. entendí que no querría despegarse de ellos y que, al ser solo dos, mis opciones de escapar eran limitadas. salimos del madrid me mata con ellos, con mi amiga deseosa de seguirles al siguiente bar, cuando los dueños del penta nos interceptaron. no sé si debieron ver mi cara de pánico, la incomodidad evidente, la diferencia de edad, pero te prometo que aquella noche nos salvaron. nos dijeron que si nos quedábamos en el penta luego no nos teníamos que preocupar por el tren, que después nos podíamos quedar al cierre con ellos. y allí estuvimos, pasándolo genial con aquellos señores que nos hicieron prometerles que volveríamos a saludarles pronto. cuando mi amiga les vomitó en el bar, yo supe que jamás volvería por allí. el caso es que yo no iba mucho mejor que ella, cuando se hizo de día, salimos del penta y nos fuimos directas a la renfe. yo tenía que volver a san sebastián de los reyes. todavía me quedaban unos 40 minutos de tren y el paseo a casa, que eran 15 o 20. solo de pensarlo me quería morir, pero iba tan mal que supongo que tampoco podía pararme a analizar mucho la situación. después de vomitar en el baño de la renfe, intentando mantener el gesto más digno que la situación me permitía, avancé unos metros y vi enseguida un rostro conocido. más que conocido, un rostro amable. alguien a quien a todas luces me alegraba de ver aunque me encontrase fatal. kilian se portó mejor incluso de lo que mis intuiciones podían adelantarme, se preocupó de que estuviera bien, se quedó conmigo en el tren y después me acompañó a casa los 20 minutos de paseo. me besó en el portal.
tiempo después de aquello yo me marché de san sebastián de los reyes. mis padres y yo nos mudamos a madrid río y adoptamos a duna. cuando vives en un lugar así, en el que has ido al colegio, al instituto, conoces prácticamente a todo el mundo, es fácil que te encuentres con caras conocidas casi a cada paso que das. caras que la gran mayoría de veces no quieres ver: la tía que te hizo bullying en el colegio, tu ex el que te va llamando zorra por ahí. son situaciones que de adolescente me costaba mucho manejar, y tendía a encerrarme en una casa donde los gestos a veces no eran mucho más llevaderos. me deprimí. vivir en madrid supuso un enorme alivio para mí. me sentía a salvo en el anonimato y aunque ahora me encanta saludar a mis vecinas, efectivamente tengo otras herramientas diferentes. desde que nos mudamos hará, no sé, unos 8 o 9 años, solo volví a san sebastián de los reyes un verano, para las fiestas, para cerrar un poco el poemario. había escrito algunos poemas pensando en sanse y quería volver a verlo. pero la zona de las fiestas quedaba muy lejos del que había sido mi barrio y no había vuelto desde entonces. hasta ayer. quedé con sayri en reyes católicos, desayunamos en la cafetería en la que desayunaba siempre con mi madre después de los análisis de sangre, visitamos la parroquia en la que hice la comunión, bajamos hasta paseo de guadalajara, la calle en la que viví. me acordé de que un ex novio me pintó unos corazones a lo largo de la calle en los que ponía en letras gigantes: PARA TI. le gustaron hasta a mi padre. paseando con sayri a la altura del parque de la marina, intuyo un rostro conocido. más que conocido, un rostro amable. debajo de la gorra de colores, estoy casi segura, los ojos de kilian.
te quiere,
alejandra.